El Lobo y el Perro flaco

Hace mucho, por la avaricia de un Viejo Hacendado, un Perro cuidaba el rebaño de dicho lugar, pero estaba muy desnutrido y escuálido. Un Lobo que paso por ahí y lo vio, le dijo:

"Amigo, si que estas muy flaco. No te dan de comer gran cosa por lo que veo. Escucha mi consejo y tendrás abundante comida."

El Perro le respondió:

"Bueno, si es para mi provecho, te escucho."

"Si me dejas entrar al Rebaño..." - Dijo el Lobo - "Y me llevo una oveja, tu me perseguirás, pero mientras caminas, te harás como si cayeras rendido. Los pastores te verán y dirán a tu Amo que te caíste porque estás muy flaco y harán que te den mucha comida para que te recuperes."

El Perro aceptó, y tras intentar lo acordado, el plan funcionó. El Perro flaco tuvo mucha comida y muy rico pan para comer. Si aspecto fue mejorando poco a poco.

Pasado unos días, el Lobo apareció nuevamente y le dijo al Perro:

"Oye amigo, veo que te fue bien con mi consejo."

"Así es Lobo." - Respondió el Perro.

"Entonces, ¿que te parece si otra vez me llevo una oveja y nuevamente, simulas golpearte y caer?. Con eso, estoy seguro que dirán que aun sigues flaco y te darán aun más comida."

El Perro aceptó nuevamente y tras intentar otra vez juntos dicho plan, el Perro nuevamente gano muchos alimentos poniéndolo en mejor forma.

Pasado unos días, el Lobo regresó nuevamente y le dijo al Perro:

"Hola nuevamente amigo Perro, veo que estás en muy buena forma y con mejor brillo. ¿Seguimos con el plan y me llevo otra oveja? ¿que dices?"

"De ninguna manera." - Dijo el Perro en tono molesto mostrando sus dientes - "Ese trato se acabó."

El Lobo insistió:

"Oh vamos compadre, no te molestes, es que tengo mucha hambre. ¿Cómo podre satisfacerla?"

"Bueno, en la casa de mi Amo..." - Dijo el Perro - "Se cayo un muro que pertenece al almacén de la comida. Si vas de noche, encontraras ricos manjares con mucha carne, pan, riquísimo tocino y exquisitos vinos."

El Lobo muy interesado en lo que dijo el Perro, esperó impacientemente la noche.

Cuando anocheció, el Lobo fue a la despensa y tras encontrar muchos manjares, saltó de alegría. Devoró de inmediato cuanto pudo, bebió los mejores vinos a mas no poder. Muy feliz por su momento de oro y ya borracho, se puso a cantar fuerte sin medirse. Al poco rato, tras la bulla del Lobo, despertaron los vigilantes y los perros que cuidaban la casa. Cuando llegaron al Almacén, vieron todo el desastre, y descubrieron al intruso haciendo de las suyas, lo castigaron de inmediato sin piedad.

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