Los Animales con Peste

Hace mucho, apareció una terrible peste que atormentó al reino animal, y poco a poco fueron pereciendo muchos de ellos así como también las verdes plantas, valles, y colinas.

Los animales muy alarmados con dicha situación se presentaron al Rey León para buscar una solución. El Rey León preocupado, se dirigió al Mono anciano y le pidió su opinión sobre la causa de aquel terrible mal. Él Mono le dijo:

"Esta terrible peste señor León, es un castigo del cielo. Creo que para calmar esta terrible calamidad, es hacer un sacrificio con uno de nosotros."

"Y... ¿Quien crees que deber ser sacrificado?" - Dijo el León.

"Que sea aquel que tenga más fechorías y maldades hechas. Cada uno deberá confesar todas sus faltas y que perezca el que sea el mayor pecador." - Respondió el viejo Mono.

El León, cerró sus ojos, y pensando tras unos minutos, dijo a sus súbditos que estaban reunidos:

"Amigos míos; por lo dicho por el viejo Mono, está visto que el sacrificado seré yo. Ya que cometí muchas fechorías de las cuales, me comí a muchas ovejas, vacas, terneros, hasta pastores."

De pronto el Zorro interrumpió y dijo:

"Señores, juzgo certera la confesión de otras fieras, porque a mi parecer, lo que nuestro Rey dijo no me parece delito. Comer venados, devorar ovejas, comer vacas o hasta comer hombres no es un crimen. Creo que son acciones que honran a nuestro Rey, ya que nos liberó de seres posiblemente indeseables."

Con dicho discurso del Zorro adulón, el León fue declarado inocente. Luego apareció el Tigre y se acusó de haber cometido terribles crímenes como las del León, pero el Zorro otra vez habló por él en su defensa, y probó ante todos que era justo y bondadoso.

Una y otra vez, las terribles confesiones de otras fieras como el Oso, la Hiena o el Lobo, pasaron a bondadosas y provechosas. Hasta que le tocó el turno del confuso y arrepentido Asno que dijo:

"Mi consciencia me reprocha señores, ya que me comí espigas de trigo de los campos de un Cura sin pedírselo."

Los animales con miradas insólitas y de gran sorpresa, dijeron todos a la vez "¡ESO SI QUE ES GRAVÍSIMO!". El Zorro retomando la palabra, dijo a la multitud enardecida:

"Amigos míos, ¡¡he ahí a un terrible crimina!!. Es tan horrible su fechoría que está demás escuchar las demás confesiones. El sacrificado debe ser aquél ASNO LADRÓN que se atrevió a comer trigo con el que se elabora el pan santo."

Tras esto, todo estuvieron de acuerdo en que el sacrificio sea el pobre Burro.

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Moraleja
Que se salven los culpados veinte, pero que no se condene a un inocente.
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