El Águila y el Escarabajo - Fábula de Esopo

Una vez, a punto de ser atrapada una Liebre por un gran Águila, ella pidió ayuda a un Escarabajo que pasaba por allí, para que no sea presa de su cazador.

El noble Escarabajo caminó de forma decidida ante el Águila y le pidió clemencia para que la Liebre no sea su cena, pero a pesar de sus nobles palabras, el Águila ignoró todo lo que dijo y al final se llevó a la pobre Liebre. Muy indignado el Escarabajo por tan cruel comportamiento, decidió observar por meses al Águila para encontrar el mejor momento de castigarla.

Un día, mientras el Águila se marchaba para buscar comida, el Escarabajo llegó a su nido y empujó los Huevos de su enemiga al suelo. Así lo hizo incontables veces, y el Águila ya harta de aquella situación, pidió a Zeus que le diera una solución definitiva.

Zeus decidió proteger los huevos del Águila en su regazo para que estén seguros; pero a pesar de sus cuidados, el Escarabajo lanzó una bola de barro a Zeus y tras levantarse rápidamente para limpiarse por aquella sorpresa, lanzó los huevos hacía el piso.

Desde ese entonces, las Águilas jamás ponen sus huevos cerca de los Escarabajos.


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