Cierta vez en la casa de un buen señor, vivían dos animales traviesos, malos y descarados. Uno de ellos era un Mono al que le gustaba romper todo lo que estaba a su alcance solo por diversión. El otro era un Gato al que no le gustaba cazar pero si comer mucho.
Un día ambos pasaron por la puerta de la cocina, y vieron sobre el fuego unas castañas que el dueño había dejado cocinando. El Mono se acercó al Gato y le dijo:
"Oye amigo, ¡es hora de comer!... Oh... Si al menos tuviera aquellas garras poderosas que tienes, esas deliciosas y exquisitas castañas ya hubieran sido mía al instante."
El Gato quien era muy veloz, no lo pensó dos veces y de inmediato, sacó cada una de las castañas del fuego. Por otro lado, el Mono las recibía y se las iba comiendo sin que el Gato lo sepa.
De pronto, entró el Dueño y sorprendió a ambos ladronzuelos acechando las castañas. Ellos de inmediato huyeron de lugar y como era de esperar, el Gato se llevó un descontento ya que no probó bocado alguno.
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Moraleja
En una sociedad a veces el burlador es burlado.